viernes, 1 de enero de 2010

Año nuevo

Suenan los cohetes y estallan los fuegos artificiales. Explosionan los petardos y toda la gama de elementos pirotécnicos donde la pólvora, el sonido, la luz y el color se conjugan para formar ese abanico cuasi perfecto de la fiesta. Fiesta impuesta que hasta al que no tiene ganas de celebrarla se le mete dentro como por obligación por ser el día que es.
Celebrar la llegada del año nuevo tras una cena que no se parece en nada a la de los 364 días precedentes, donde posiblemente se comparte mesa con alguien que no quieres o no te quiere, y a quien hasta hay que besar y felicitar, y brindar conjuntamente por la felicidad que no nos desea, sólo en la hipócrita copa de champán que se choca en el más absurdo de los brindis. Y todo, porque hay que guardar las apariencias. Y comer en pocos segundos, al ritmo que marca la televisión de turno pintada de gala, las doce uvas, el único día del año que las probamos.
La otra cara de la moneda, la peor, la más triste, cuando en la cena falta alguien que siempre compartió noche con nosotros. La cena de la melancolía por la ausencia del ser querido, al que recordamos que no le gustaba la uva, y que brindaba con coñac en vez de con champán. Si la ausencia duele en la anécdota, más duele el vacío en el corazón, cuando se hace el silencio después de que alguien, quizá de modo inoportuno, recordara en voz alta al ser querido.
Quizá sea la tradición, la sociedad, la moda, la televisión, el entorno, el contagio.... pero tarde o temprano todos terminamos cayendo en brindar de la única manera, como todo el mundo porque así tiene que ser, por la llegada del año nuevo, desconociendo lo que éste nos va a deparar.
Porque no sabemos si será un año inolvidablemente bueno o un año cabrón. No sabemos si será el año más hermoso de nuestra vida, o si dentro de 365 días estaremos lamentándonos por el amor que se nos fue, por el trabajo que perdimos o, lo peor, por el ser querido que desapareció para siempre. O peor todavía, no sabemos si este año será nuestro último año en esta vida. Y a pesar de todo, sin saber lo que nos espera, tenemos que brindar por el año nuevo.
Yo prefiero brindar por el año que se fue, que a pesar de que fue toro manso, peligroso y puñetero, con malas ideas, al menos me permite seguir en la plaza y esperar al nuevo toro, a ver si este al menos se deja hacer una buena faena. Estaremos preparados, a ver si hay suerte, y al final de año ya hablaremos.
De todos modos, para no parecer impertinente (en esta sociedad parece que siempre hay que parecer), os deseo un feliz año nuevo.

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