martes, 23 de abril de 2013

Manolo

“Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas...”. Igual que la rima de Bécquer, aquella noche al recibir la dura noticia me quedé helado. Por culpa de un baile de nombres y una confusión rara, no supe que era él hasta que ya lo habían despedido. Me enteré tarde y el dolor fue mayor, hasta tal punto que hasta hoy no he sabido atreverme a escribir estas letras que sólo pretenden recordar a alguien que fue importante en una etapa de mi vida, hermosa etapa de nuestras vidas.
Manolo fue mi compañero de pupitre, desde que entramos con el babi azul en “parvulitos” con la Señorita Manolita, hasta que nuestras vidas se separaron cuando salimos de “Octavo” con Don Fernando, y cada uno tiró por un camino distinto, él para la FP y yo para BUP. Años entrañables en aquel nuestro viejo colegio “Cristo Rey”, donde tanto compartimos y tanto aprendimos, en las clases con Doña Carmen Mora, en los recreos jugando a piola, a “palma arriba, palma abajo”, a tirarnos la pelota de tenis (creo que a ese juego le llamábamos “el caparrón” o algo así), o a aquel fútbol rudimentario cuando colocaron las primeras porterías. Aunque a él le gustaba más jugar al baloncesto, y nos teníamos que ir en bicicleta a Castilleja de Guzmán, a jugar al básquet en aquella cancha que para nosotros era lo máximo, con aquellas canastas que hasta tenían redes.
Compartimos bocadillos de salchichón en las excursiones, y hasta “tronquitos” de chocolate cuando se podía, y confidencias cuando empezaban a gustarnos algunas de las niñas de la clase. Compartimos tardes de hacer “los deberes” juntos, y catequesis de Primera Comunión. Y partidillos de sábados por la mañana en “el campillo” o en cualquier terreno que hubiera para poner dos piedras de portería. Y compartimos también algún enfado infantil, porque él era del Barcelona y yo del Sevilla.
Compartimos también horas y horas de entrenamientos como atletas de fondo, carreras a campo a través por la “Emisora” o la “Posa Goro”, participamos juntos en el primer Cross de Itálica (él siempre quedaba por delante mía) y conocimos también las pistas de la desaparecida Chapina.
Y la llegada al pueblo de la “modernidad” con la construcción del polideportivo, donde él pudo desarrollar el gran amor de su vida: el deporte.
Después del colegio, la vida nos deparó destinos distintos, aficiones, amistades, trabajos... y ya sólo quedó el contacto casual de un encuentro y un saludo.
No supe mucho de su vida posterior, ni me enteré de su enfermedad, hasta que me llegó aquella noche la maldita noticia. No supe reaccionar, no entendía el porqué a alguien de mi edad, a mi amigo y compañero del colegio, la vida le daba ese duro golpe. Y pasé días de dolor que me traía recuerdos imborrables de aquella inocente y maravillosa niñez que compartimos.
Era un tío de paz, como su apellido, buena gente, discreto, luchador y gran deportista. Me pesa, y lo siento, no haber conocido al hombre. Me quedaré para siempre con el recuerdo del niño, mi buen compañero del colegio. Hasta siempre, amigo Manolo.