jueves, 29 de agosto de 2013

Don Juan el Cura

Cuando yo nací, él ya llevaba una década siendo el Cura de Gines, el pueblo de mi padre, y el pueblo de mi niñez, por eso me fue siempre tan familiar, porque forma parte de mi vida desde que mi abuela Dolores o mi tía Matilde me llevaban a aquellas misas en Santa Rosalía o en la Iglesia.
Forma parte de mi paisaje de siempre, porque siempre lo vi caminar cerca de la carreta del Simpecado en mis "rocíos" de niño, siempre con una cámara a cuestas para hacer las mejores fotos del camino (qué raro me parecía el Cura de fotógrafo), y hasta entonando los misterios del rosario al compás de las sevillanas, como uno más del coro. Tengo su voz clavada en el alma, grabada para siempre, en aquellas inolvidables misas de romero al alba en las mañanas de camino.
Porque fue uno más, pero no uno cualquiera. Si analizamos el último medio siglo en Gines, cuántas y cuántas experiencias y cuántos momentos históricos van unidos a su persona. Lógicamente, todos los relacionados con la Parroquia y las Hermandades, pero también integrado en la sociedad civil y en la realidad social. Del Rosario por Sevillanas hasta la Coronación de la Virgen de los Dolores, pasando por tantas vivencias que se lleva del pueblo que lo acogió y del que fue uno más, y seguirá siendo uno más.
Valiente en su momento, recto cuando la ocasión lo requería. Defendiendo lo suyo (y a veces lo de los demás), dispuesto y dando la cara. Equivocándose muchas veces, lo he visto personalmente pedir perdón y rectificar su error.
Una de las veces que más me impactó su carácter fue el nefasto Domingo de Ramos de 1990, cuando el incendio de la Parroquia. Impresionante su saber estar, su aparente frialdad (cuando también llevaba la procesión por dentro) para calmar el dolor y el llanto en aquella Misa improvisada en la plaza, ante tanto desasosiego. Él no podía derrumbarse también, y dio una de sus mejores lecciones de fe.
Aunque a veces no lo pareciera, y hasta haya sido muy criticado en algunos aspectos, se ha sentido siempre orgulloso de Gines, de su parroquia y de sus hermandades. Orgulloso de cómo Gines siente el Rocío, aunque nos diera el "rapapolvo" luego en el sermón o en el artículo del boletín. Porque se ha sentido siempre responsable de que Gines no se conformara con su riqueza patrimonial y humana, sino que fuera cada día a más la verdadera riqueza del rociero o del cofrade: la espiritual. Orgulloso por ser los mejores cantando, pero más orgulloso por ser los mejores rezando y ayudando al prójimo. De ahí sus reiteraciones muchas veces, su insistencia, su tenacidad.... y es verdad que algunas veces algo pesado, ¿y qué?  ¿Qué padre no se siente orgulloso de sus hijos, y luego a ellos no se lo parece porque sigue exigiéndoles más y más?
Su labor espiritual ahí queda, su huella deja en Gines y en el Aljarafe, su labor social también, labor callada pero eficaz y prolífica (pregunten por él en el Hospital de San Juan de Dios).
Siempre me pareció cercano. Lo es. Cercanía y confianza. Igual nos veíamos después de cuatro meses, y parecía que habíamos hablado ayer. Y sobre todo, con sus muchos defectos y virtudes, tiene algo que le ha llevado a ser como es y quien es: su personalidad arrebatadora. Único, personal, sin par.
Esta noche lo despedimos en Gines, en su Parroquia, en su casa.... Lo jubilan y ahora tendrá un descanso "obligado" como Párroco Emérito. Merecido descanso, y merecido homenaje y reconocimiento el que, estoy seguro, todo el pueblo de Gines le va a dedicar al que siempre será Don Juan el Cura.
Gracias y hasta siempre.