domingo, 31 de enero de 2010

Una estrella sonriente

Anoche miraba al cielo, y había una luz más especial. Una nueva estrella brillaba reluciente en el firmamento. Otra nueva estrella para formar esa corona de amor, grande y resplandeciente, que en secreto están construyendo en la Gloria, para sorpresa de un pueblo, de tu pueblo. No pudistes esperar a junio, estabas deseando con impaciencia conocer qué era eso de la corona de estrellas, y ahora ya eres una de ellas.
Cuando ayer tarde te dábamos el "hasta luego", alguien hablaba de tu eterna sonrisa. Eterna sonrisa de niña eterna, porque eras siempre una niña, aunque fueran pasando las primaveras. Una niña eterna que vivía con la eterna sonrisa para ponerle buena cara a cada obstáculo que la vida te ponía. Y a cada zancadilla, tú una sonrisa. Cada peldaño que subir, tú más coraje. Cada contratiempo, tú más tesón.
Una niña eterna siempre resignada a la compañía ingrata de una silla de ruedas a la que Dios le puso dos alas, dos ángeles (tus hermanas) para que pudieras volar hasta el lugar más insospechado. Paseada siempre como una estrella, como una reina.
Ahora ya son otros ángeles los que te acompañan en tu vuelo celeste, y ya estarás al tanto de todo lo que por allí están formando para el 19 de junio de 2010.
Ya formas parte de la corona de estrellas, aunque tú no eres una estrella más. Eres una estrella sonriente.

Memoria

La memoria es más fuerte que las pistolas. La memoria hace que día a día, minuto a minuto, tengamos presente entre nosotros al ser querido que un día nos dejó, en este caso porque le obligaron a dejarnos.
Unas manos manchadas de sangre, manos asesinas, apretaron el gatillo del sinsentido de unas pistolas que sembraron de luto una noche de enero en Sevilla. El Barrio de Santa Cruz se quedó para siempre frío aquella noche que hoy vuelve a la memoria. Como vuelve cada 30 de enero el recuerdo de una lluvia fina que quedó convertida en llanto por el trueno criminal de aquellas pistolas. Tormenta de dolor que quedó grabada para siempre en la calle Don Remondo y dejó huellas de impotencia y desolación. Pistolas que vistieron de luto prematuro a tres niños huérfanos, a los que ya sólo les quedará la memoria para recordar a sus padres.
La memoria es más fuerte que las pistolas cobardes. La memoria es amor, las pistolas odio. La memoria es luz, las pistolas tiniebla. La memoria es consuelo, las pistolas llanto. La memoria es libertad, las pistolas violencia.
La memoria llenó para siempre aquella noche el corazón de todos con los nombres de Alberto y Ascen, aunque las pistolas nos los arrebataron vilmente.
La memoria es más fuerte que las pistolas. Y el amor es más que el rencor. El amor puede hasta hacer desaparecer el dolor con el tiempo, cuando abrimos el corazón y rescatamos la memoria. Y en la memoria del corazón, siguen estando Alberto y Ascen.

miércoles, 27 de enero de 2010

Dinero tirado

No hay dinero para arreglar un colegio. Lo dice hoy la prensa. Hoy es siglo XXI, y ese colegio está en un pueblo de Sevilla, Andalucía, España, Europa.... Y no hay dinero para arreglar un colegio. A ver ahora qué hacen los niños.
Ese dinero tendría que ponerlo una Administración parece que mal administrada. Porque demostrado está el despilfarro vergonzoso (para quien tenga vergüenza, si es que queda) de un dinero que va a parar a mil y una subvenciones, comisiones y más que dudosos fines, todos también terminados en -ones. Que siga el dispendio y el despilfarro, que puede ser más importante que los barandas y mamelucos de la política tengan nuevos teléfonos móviles, últimos modelo y a gastos pagados (faltaría más), que unos niños tengan un pupitre decente donde estudiar.
Traje y peinado nuevo, cada viernes, para salir guapa (aunque la mona se vista de seda...) en la tele y en las fotos, a costa del contribuyente. Coches oficiales, ujieres, chóferes y secretarias a discrección para los señores diputados, senadores, presidentes y vices, alcaldes y concejales de pueblo, y otras especies varias de personajes y adláteres del invento más maravilloso del mundo para ser un buen vividor o vividora. Y que no falten unas buenas dietas (en metálico, claro), que de la otra dieta dan buena cuenta en los mejores restaurantes de brillantes tenedores, siempre a cargo de los presupuestos generales. Luego una buena copa y el puro, cual señoritos a los que tanto criticaban no hace mucho. Y venga viajes gratis.
Y luego callamos al pueblo con una buena fiesta, traemos al cómico de moda y negociamos un buen contrato con el representante, con buena comisión, siempre a repartir....
Ah, y fagamos una gran obra de la que hablen las próximas generaciones, podemos tirar el dinero en un gran estadio deportivo para la olimpiada de nunca jamás, aunque luego lo empleemos en conciertos musicales y algún que otro festejillo popular, y así conformamos al personal.
Y para asegurarnos el voto de los nuestros, levantamos unas calles y que arreglen las aceras, que las dejen mal para tener que volver a levantar la calle, y así la obra dura más tiempo y le damos más trabajo al personal. Pero que sea de los nuestros.
Y una subvención para la asociación de vecinos del barrio, que el presi es de los nuestros y el se encargará de conseguir los votos.
Y hay que destinar una partida en propaganda, carteles, anuncios en la tele y en la radio, una página web... para decir que somos muy buenos y lo hacemos todo bien.
Para todo eso hay dinero, para todo y para más de lo mismo.
Pero no hay dinero para arreglar un colegio. Prescisamente, ese que no es dinero tirado.

domingo, 24 de enero de 2010

Marta

Quiero escribirte y hablarte como si me fueras a leer y escuchar. Quizá me leas y me escuches desde donde estés. Iluso de mí, pero todavía, un año después de tu desaparición, puedo tener un resquicio de esperanza y pensar que todo ha sido una mala pesadilla, y que en cualquier momento puedes volver a casa con tu familia.
Hoy miro las fotos de tus padres en el periódico, y se me vuelve a estremecer el alma, como cada vez que les he visto en este agónico año que han sufrido. Sus ojos lo dicen todo, porque ya no les quedan lágrimas. Están más delgados, con unas ojeras que delatan muchas noches de insomnio y dolor. Cuánta impotencia, cuánta desesperación, cuánta indignación, resignación.
¿Sabes, Marta? Admiro a tu padre, Antonio, y a tu madre, Eva. Imaginar uno sólo de los segundos que están sufriendo desde aquel mal día, y me doy cuenta que no es imaginable, que es para vivirlo, para padecerlo. Cuántas preguntas, cuántos porqués, cuántas miradas, cuántos silencios, cuánto llanto.
Dice tu padre que hay quienes aún callan lo que saben. Y nadie les hace hablar. Y niñatos que se divierten jugando a un juego macabro, mientras los que te quieren tienen que guardarse la rabia y morderse la lengua.
Y tus padres, ni una salida de tono, ni una mala palabra, ni un mal gesto... que serían hasta comprensibles ante tanta injusticia. Qué duro, intentar mantener la serenidad y la frialdad por fuera, cuando por dentro tienes el corazón hecho pedazos. Porque no hay consuelo posible, y lo peor de todo es no saber qué te hicieron ni dónde te llevaron. Lo peor, Marta, no saber nada de ti.

sábado, 23 de enero de 2010

Cuando te hablan de usted

Siempre he tratado de usted tanto a las personas mayores como a las personas a las que no conocía. Porque así me lo enseñaron, en el colegio y en casa, he procurado siempre actuar con educación y con respeto.
Recuerdo casos en que, teniendo cierta confianza con personas de edad, he seguido tratándolas de usted, a pesar de que ellas mismas me invitaban al tuteo. Para mí edad es sinónimo de rango en una persona, y de mayor respeto por ella, si cabe.
En la sociedad de hoy, debido a la educación (o más bien a la falta de la misma) que han venido recibiendo las nuevas generaciones, veo desaparecido por completo ese respeto a la hora de tratar a una persona mayor. Hay muchos jóvenes que desconocen totalmente el tratamiento de usted, y se tutea a personas mayores o a desconocidos como algo tan normal.
En el día a día de nuestra sociedad, el trato general al prójimo parece cada vez más deshumanizado, nos hemos robotizado de tal manera que saludamos rutinariamente con una frialdad que a veces raya la desvergüenza.
Y más grave me parece aún cuando se trata de profesionales que trabajan en atención al público, que a veces tratan a los clientes como si fueran muñecos.
Por todo esto, me quedé sorprendido el otro día cuando alguien, más joven que yo, me habló de usted. No ha sido la primera vez, y cada vez va siendo más habitual. Al pensarlo, me he dado cuenta que poco a poco voy luciendo alguna cana, alguna arruga, algo de barriguita y hasta un poquito de calva en la coronilla.
Cuando se va llegando al ecuador de la vida, pasan estas cosas. Estás enmedio de dos generaciones. La de tus padres (que ya son abuelos), a los que hablas de usted, y la de tus hijos que te hablan de usted.
Estoy seguro que fue por eso, me habló de usted por mi edad. Tendré que acostumbrarme.

viernes, 22 de enero de 2010

No dejes para mañana...

Lo que puedas hacer hoy. Muchas veces los refranes nos pueden sonar a tópico, pero en este se esconde una grandísima realidad, una verdad como un templo.
Dejar para mañana.... como si fuéramos dueños del tiempo. Y de las circunstancias. Porque, por mucho que tengamos el mañana programado, seremos al final tan exclavos del tiempo y de las circunstancias que seguramente no podremos hacer eso que hoy hemos dejado pendiente.
Y no considero el "mañana" como mañana día tal, después de hoy, sino que ese mañana puede ser más allá, el mañana futuro.
Cuantas veces, pudiendo en el momento solucionar una papeleta, hacer algo que podíamos hacer, hemos decidido dejarlo para mañana.... y siempre para mañana. Y el mañana que nunca es hoy, ahora. Siempre para mañana. Y la papeleta siempre pendiente de un mañana.
Cuando nos damos cuenta, han pasado tantos presentes en esos "mañana", que el tiempo se ha ido quedando atrás, y ya es menos tiempo el que nos queda, el que tenemos. Creemos controlarlo, creemos dominarlo, pero no hay quien domine al tiempo.
Siempre digo que el día de hoy, el ahora, ya nunca volverá. Vendrán, si Dios quiere, muchos días más, mañana otro, y pasado otro... Pero el día de hoy, este nunca más.
Por eso, vívelo ahora y haz lo que desees, no lo dejes para mañana.

jueves, 21 de enero de 2010

Hombres parásitos

No le temo a los animales. Le temo al hombre. Sobre todo al que intenta chuparte la sangre. De sanguijuelas, pulgas, garrapatas y semejantes estará lleno el reino animal. Pero, para parásitos, el hombre y su reino humano, ciertamente poco humano.
El peor parásito es el hombre, el que se busca un sillón a base de medrar y agradar, y se queda sentado siempre a costa de lo que sea y de quien sea. Eso en la política, llenita llenita de parásitos y demás especies.
Llegan con sonrisas maliciosas y buenas palabras, palabras vacías en el fondo pero atractivas en la forma, y se ganan la confianza y el sillón de poder, se supone que para un tiempo determinado, hasta que te das cuenta que el tiempo no pasa por ellos y la posición (más que el poder) la tienen tomada y agarrada para que nadie se la arrebate. Y ya, para siempre, vivirán de los demás. Van de carguillo en carguillo, de sillón en sillón, pero siempre con la posición tomada. No habrá quien se atreva a llevarles la contraria, porque siempre tendrán una mirada con dobles intenciones de amenza de contar aquello que quizá pueda comprometer a alguien, o dañar o arruinar. Siempre habrá algo que no conviene que se sepa, y alguna insinuación cuando vean su posición amenazada. O algún favor pendiente de pago.
Han perdido honradez (si alguna vez la tuvieron), credibilidad (si alguna vez la tuvieron), respeto (si alguna vez lo tuvieron), y lo único que les importa es conservar la posición, igual a poder, igual a dinero. Porque sólo es eso: dinero. Dinero fácil. Pagas, comisiones, dietas.... por hacer poquito, o nada.
Porque su trabajo consiste, simplemente, en agradar al poderoso de turno, al que una palmadita en la espalda y unas palabritas de alabanza le recargarán las pilas del ego.
Así se consigue estar bien mirado por el que manda, a base de bajada de pantalones y sumisión. Así se mantiene el parásito cerca del poder, cerca del dinero, manteniendo la posición.

martes, 19 de enero de 2010

Tiempo perdido

Decía la letra del fandango aquello de "porque fue un amigo mío / quien necesitó mi tiempo / y ese no es tiempo perdío...". A veces, cuando estamos "tan agustito", como decía Ortega (Cano, no Y Gasset), ciertamente no nos damos cuenta del paso del tiempo, aunque se pare el reloj en la conversacion, en la copa o en la comida. Se para el reloj pero el tiempo pasa, y pasa para siempre.
Pienso que saber aprovechar el tiempo, sacarle el máximo partido, es una de las claves más importantes para el éxito en cualquier empresa o cometido.
Admiro a quienes hacen mil cosas. No es que tengan más tiempo que nadie, es que saben aprovechar cada minuto, administrar el tiempo. Ganarle tiempo al tiempo, o al reloj.
Igual que intentamos administrar el dinero (repito, lo intentamos), también deberíamos proponernos administrar el tiempo. Lo que pasa es que empezamos a contar con veinticuatro horas al día, le quitamos seis o siete (u ocho) para dormir, luego otras siete u ocho (o más) para el trabajo (el que lo tenga), le quitamos el tiempo para el almuerzo y la cena, luego le descontamos las horas que pasamos en el trayecto de ida y vuelta al trabajo, llevar a los niños a las clases de inglés o a la natación, otra horita y media en el gimnasio o en el carril-bici, otro ratito para el "tuenti" o el "messenger", nos entretenemos con el amigo que hace tiempo que no veíamos.... una copita en la peña, y si hay partido en la tele son dos horas menos.... Creo que ya nos hemos pasado de las horas veinticuatro.
Lógicamente, luego decimos que no leemos porque no tenemos tiempo. Y que apenas vemos a los niños porque no tenemos tiempo. Y de ayudarles a hacer los deberes o jugar con ellos, ni pensarlo. Y que apenas hablamos de nuestras cosas de pareja... porque no hay tiempo.
A lo mejor no es que no tenemos tiempo, sino que lo perdemos sin darnos cuenta en asuntos tontos, o sea tonterías.
¿Y para pensar, tenemos tiempo para pensar? ¿Por qué no pensamos en el tiempo perdido?

lunes, 18 de enero de 2010

Empeorando "málamente"

Hablo (escribo) del habla. Aunque hay otros asuntos que también empeoran, como el habla escrita. Estamos empeorando, creo y pienso, en algo que tendríamos que ir mejorando. Si hace cincuenta años en España eran unos privilegiados los que tenían acceso a la enseñanza de las letras, y había niños que en edad de colegio estaban trabajando en el campo, y otros que no tenían colegio en el pueblo, ni medios... hoy, en pleno siglo XXI, no me lo explico.
Entonces a alguien se le podía escapar algún taco, y se podían mal aprender expresiones groseras de taberna, o escuchar algún insulto en una pelea o discusión. Era la excepción.
Ahora es la norma. Vamos por la calle y lo soez compite con lo borde. El que no grita, cuasi berrea. Y digo la calle, porque mejor no hablar de la televisión. Vaya conversaciones. Qué nivel.
Ya no se si hablamos como escribimos, hablamos como leemos (si es que queda alguien que todavía lea), o hablamos como... (lo que están pensando). Sí, este lenguaje de hoy es escatológico.
Claro está, habrá quien no sepa qué significa escatológico.
Y encima nos sentimos, se sienten, como héroes (si es en femenino habrá que decir "héroa"). Porque mientras más brutal sea el atentado contra el lenguaje, más gracia hará. Qué graciosa la semifamosilla de turno, en la tele, diciendo chorradas. Qué gracia. Sí, y qué gracia cuando llega el niño del cole diciendo la misma chorrada... qué gracia nos hace el nene.
¿Y qué me dicen de los "señores y señoras diputados y diputadas españoles y españolas que nos representan a todos y a todas los ciudadanos y ciudadanas...."? ¿Lo he escrito bien?
Ya no se qué es peor, si escuchar una conversación de quinceañeros, una tertulia cotillera televisada o un congreso de políticos.
Lo siento, me gusta escuchar a alguien que habla bien, y cada vez lo tengo más difícil.
Será mejor una buena lectura.

domingo, 17 de enero de 2010

En blanco

Nunca le temí al papel en blanco. Se que en cuanto empiezan a venir palabras, se van hilvanando pensamientos. Hace unas horas, se me ocurrían varias ideas sobre las que escribir. Ahora, ninguna de ellas me parecía interesante, o al menos no era capaz de ponerlas en pie.
En cualquier momento puede llegar la inspiración, por eso debemos estar siempre preparados para recibirla. Pero cuando queremos obligarla a venir, la musa suele resistirse. No hay que obligar, por tanto, sino tener siempre la mente receptiva, y el corazón abierto de par en par.
Cuando menos lo esperamos, puede surgir la gran idea, la palabra exacta, el verso bello, la expresión perfecta, la definición correcta. En cualquier momento puede surgir la poesía.
Me apasiona escribir, retar a la cuartilla en blanco, o en este caso la pantalla en blanco del ordenador, e ir tecleando sentimientos, construyendo líneas que, al ir llenando el espacio, van expresando esos pensamientos, intentando desarrollar esa idea que de sentido al texto.
Si leer es un gozo que nos enriquece y nos llena de compañía aunque estemos en soledad, escribir es uno de los placeres más apasionantes, porque cuando escribimos estamos creando y dando vida a una historia, un poema, una canción, o una simple palabra.
Ya lo ven, cuando empecé a escribir este texto, tenía la mente en blanco. Ahora ya no es un papel vacío.
Apasionante.

viernes, 15 de enero de 2010

Un drama real

Lo peor de todo es que no es una película. Es real, es verdad, está pasando ahora cuando escribo. No es una pesadilla, es un drama de muerte y desolación. Vemos imágenes en la televisión, y desgraciadamente tenemos que creer que son ciertas, porque lo son. No es cine.
Un terremoto mata a miles y miles de personas en Haití. Hace ya unos días que ocurrió, y todavía no sabemos cuantas pérdidas humanas, cuantos desaparecidos, cuantos sin hogar, cuantos sin familia, cuantos...
Y la vida sigue. Y muchos miramos a otro lado, ha sido lejos, no nos a tocado a nosotros. Al fin y al cabo estamos acostumbrados a telediarios que parecen películas de terror. Una desgracia más, pobrecitos.
Y a pesar de que se nos atraganta el almuerzo, viendo imágenes de muertos amontonados enmedio de ruina y gritos de impotencia y dolor, nuestra vida sigue, al ritmo de siempre, el marcado por la sociedad de hoy, el ritmo que nos lleva sin que podamos (o queramos) pararlo.
Ya se que no todos somos insensibles, que rápidamente se ha movilizado todo para enviar ayuda... que existe la solidaridad. Bien.
Pero, lo que yo me pregunto, ¿por qué siempre en estos casos se vuelve a recurrir a la lástima? ¿Por qué de nuevo se trata de sensibilizar al personal para que haga donaciones? ¿Por qué se le pide otra vez la limosna al que quizá no tenga ni para llegar a fin de mes?
Y también me pregunto: ¿donde están los miles de millones de dólares que manejan las grandes instituciones internacionales? ¿dónde los millones de euros de las grandes multinacionales mundiales? ¿Qué hacen las grandes estrellas del espectáculo, del deporte o del cine, con sus grandes fortunas y mansiones?
¿Por qué siempre recurren a los mismos, a la donación euro a euro, cuando cualquiera de los grandes magnates multimillonarios podrían solucionar tanto? ¿Donde está lo que se maneja entre narcotráfico, trata de blancas, prostitución, tráfico de armas, venta de armamento...?
¿Y los grandes gobiernos del mundo, que tanto poder tienen? ¿Qué hacen en estas situaciones?
Mandarán a un político al lugar a que se haga la foto, consolando a los desconsolados... y volverán, como siempre, a apelar a la "solidaridad" de los ciudadanos.
Es un drama real, que incluso vendrá bien para desviar la atención de los problemas domésticos, pero al final, como siempre, la ayuda vendrá de las oenegés y sus voluntarios (qué poco salen en televisión), de los ciudadanos que aportarán su donativo a la cuenta correspondiente, y de la Iglesia (sí, he dicho la Iglesia, ¿pasa algo?).
Y mientras, algunos seguirán arreglando el mundo desde sus despachos lujosos y otros gastando a mansalva sus grandes fortunas en yates, lujos y demás mierda.
Un drama real.

jueves, 14 de enero de 2010

La mano dura de la Naturaleza

Es caprichosa. Agradecida casi siempre, pero otras veces (afortunadamente las menos) saca a relucir su mano dura y arrasa con todo. Lo deja todo lleno de dolor e impotencia. Desolación y amargura.
La Naturaleza nos da más que nos quita. Pero cuando tiene un capricho en forma de fenómeno atmosfético o catástrofe, se lo lleva todo por delante. La fuerza asesina de un viento huracanado, de un tsunami, o un temporal de lluvia y tormenta... o un terremoto.... es esa mano dura de la Naturaleza que le dice al hombre quien es quien, y quien puede más.
Y es así, no hay quien pueda con la Naturaleza cuando tiene un capricho. El hombre puede arrancar un árbol, quemar un bosque, planear y edificar el campo, y hasta modificar el cauce de un río. En muchos momentos, el hombre puede desafiar a lo natural. Pero cuando la Naturaleza dice "aquí estoy yo", no hay quien pueda con ella.
Hoy, la Naturaleza ha sido cruel con una tierra, Haití. Muy cruel, muy dura. Como lo fue ayer con otros lugares, y seguramente lo volverá a ser en un futuro. Mientras aquí en la tribu el temporal de lluvia y nieve (y fuerte viento) ha arruinado cosechas y ha causado muchos daños materiales, un tremendo terremoto casi borra Haití del mapa. La mano dura de la Naturaleza ha dejado mucho dolor y muchas pérdidas humanas. Cientos de miles de muertes, por capricho de la Naturaleza.

miércoles, 13 de enero de 2010

Pan del cielo

Hace ya muchos días, más de lo habitual en los últimos tiempos, que la lluvia se ha hecho compañera de lo cotidiano.
Por estos parajes del sur no suele ser constante ni abundante la lluvia. Incluso hay años en que escasea tanto que hasta hay que hacer procesiones en rogativas con el Patrón del pueblo. Y precisamente ahora, que llevamos semanas en que las nubes se han hecho de la familia y el paraguas forma parte de la indumentaria de la calle, estamos ya algo cansados de agua y más agua.
Y es que por estas tribus somos más del sol que de las nubes. Sol al que prácticamente no vemos desde hace días. Como si hubiese desaparecido definitivamente tras el cielo plomizo y grisáceo que se ha adueñado del cielo. Dicen que acabamos queriendo aquello a lo que nos acostumbramos, y parece como si ahora nos estemos acostumbrando a convivir con el chaparrón infinito. Miramos el paisaje, ayer soleado y colorido, y hasta nos parece bello ese color sin color del horizonte.
Es cierto que la lluvia da color y alegría al campo, pero no es la misma la lluvia niña de abril, que pregona primavera y se hace flor, que esta lluvia fría de enero que deja su firma de surcos en el barrizal y ahoga soledades entre tormentas. Porque soledad tiene ahora el sol, ahogado y callado, quieto y triste.
En todo caso, aunque sea verdad aquello de que nunca llueve a gusto de todos, y exceptuando la tormenta cruel que se ensaña con un lugar y hace daño, la lluvia es necesaria y vital para todos: hombre, plantas y animales.
Sobre todo para el campo y su gente, la lluvia es el pan del cielo. Sea bienvenida.... pero a ver si escampa un poquito.

domingo, 10 de enero de 2010

La primera nevada

No recuerdo la primera vez que vi el mar, quizá porque desde pequeño me fue familiar y cercano. Por eso siempre fuí más de playa que de montaña, y más del verano que del invierno, más del calor que del frío.
Huyo del frío, le temo, me duele el que cala los huesos. Y siempre intento evitarlo. Que pase pronto, que se vaya cuanto antes. Que no venga.
Por eso nunca fui a su encuentro, no quise conocerla. Sé que pasó por la tribu hace más de cincuenta años, más de los que tengo, un dos de febrero del 54 del pasado siglo, y desde entonces nunca había vuelto... hasta hoy.
Hoy he conocido la nieve. Hoy he visto nevar. Ha sido mi primera nevada. Y sin salir de casa. Ha sido ella la que ha venido al encuentro.
Y reconozco que me ha emocionado. He pensado que en mis casi cuarenta inviernos nunca había tenido ocasión de ver cómo caían esos copos blancos suavemente sobre mi pueblo, siempre cálido, y levemente llenaba el paisaje de un blancor desconocido por estos lares.
Ha sido bonito mientras ha durado, porque lo inusual del acontecimiento ha llenado el pueblo de una armonía desconocida. De repente se olvidaron problemas y todos fuimos con alegría a dar la bienvenida a la nieve.
Fue una sensación tan hermosa, tan especial, que ahora que lo recuerdo, mientras estuvo nevando no sentía ni el frío.
Y aunque sigo siendo partidario de los cuarenta grados de agosto, espero que no tengan que pasar otros cincuenta años para que la nieve vuelva a visitarnos.

jueves, 7 de enero de 2010

Sol de enero

Cuando el sol no da calor, malo. Por eso todo el mundo se suele arrimar al sol que más calienta. Pero este sol de enero se acobarda en el invierno, se esconde tras el frío, huye apenas atardece. Sele tímido a mediodía, y se deja llevar porque se siente querido. Es más querido este sol que el sol de verano. Por eso en cuanto aparece, nos arrimamos a él buscando algo de calor, sabiendo que no será el calor de fuego de agosto, pero sí que nos aliviará algo el frío natural de este tiempo.
Si en verano buscamos la sombra que nos refresque y la noche que nos alivie del sol que quema, ahora buscamos el sol de enero, el "solito" que nos ofrezca algo de calor en estas tardes de invierno que duran tan poco y que se enfrían en cuanto llega el lubricán.
Los días que reposa el viento y no aparecen las tormentas, es un auténtico placer pasear por las tierras húmedas de los caminos, un par de días después de la última lluvia, en compañía de este sol de enero que nos hace olvidar, por un instante, que todavía es invierno, y nos da retazos de primavera pronta y cercana.
Me gusta este sol de enero, que colorea el paisaje enmedio de la oscuridad del frío, que desafía a los negros nubarrones, y que, aunque no es el sol que más calienta, da gusto arrimarse a él.

miércoles, 6 de enero de 2010

Día de ilusión

Si ayer estaba nerviosa, hoy está loca. Ayer se fue a la cama sin rechistar, más obediente que nunca. Y se dormiría en los sueños de la inocencia con el deseo de que la mañana llegara cuanto antes. Posiblemente se haya despertado impaciente más de una vez durante la noche, y se haya vuelto a dormir no fuera a ser que los Reyes Magos la descubrieran despierta y se pasaran de largo.
Y apenas el sol alumbró su habitación, cuando sus padres todavía dormían, se levantó de la cama de un salto y se fue corriendo al salón, al encuentro de la ilusión. Allí estaban, envueltos en papel de múltiples colores y motivos infantiles, los regalos que milagrosamente han dejado los Reyes Magos, con mucho sigilo y sin hacer ruido. Y antes de abrirlos, entre la sorpresa y la ilusión, se ha ido gritando a despertar a los padres para decirles que ya han venido, que ya están aquí.
Uno a uno, ha ido abriendo los regalos y ha descubierto que estaban los que había pedido y otros que habían venido como añadido, y se ha ido, como loca, de uno a otro para ver qué hace la muñeca, cómo se monta la casita, qué dibujos tiene el libro.... y así, apenas ha consentido beberse un vaso de leche como desayuno, pues hoy se alimenta de ilusión.
Sólo ha aceptado quitarse el pijama y arreglarse, cuando su madre le ha dicho que iban a ir a casa de la abuela, a ver que le han traído allí los Reyes. Y de nuevo la misma escena, tirones de impaciencia para partir el papel de los regalos, locura al descubrir la muñeca favorita, ilusión, mucha ilusión, porque es el día de la ilusión.
Y la misma ilusión en los padres, en la abuela, en los tíos, en todos. La ilusión del día de la ilusión. La ilusión de los niños que son y la ilusión de los niños que fuimos.

martes, 5 de enero de 2010

Milagro de Reyes

Hace mucho tiempo que creo en ellos. Incluso, mientras más pasan los años, más creo. Sigo siendo niño, porque quiero y porque creo. Cuando en la adolescencia, como todos, supe “el secreto” que escondían los Reyes Magos, pensé que se iría acabando la ilusión, que ya no tendría sentido. Pero ha sido todo lo contrario.
Creo firmemente y realmente (nunca mejor dicho lo de real) en los Reyes Magos. Pero no en la historia consumista y comercial que nos intentan vender desde esta nuestra sociedad de hoy. Sino en los Reyes Magos del milagro de cada cinco de enero. Porque los Reyes Magos son eso: un milagro.
Echo la vista atrás en el tiempo, y no puede ser otra cosa que un milagro lo que hacían mis padres para conseguir que la mañana del seis de enero todos los hermanos estuviésemos llenos de felicidad. Es cierto que muchas veces, y ahora lo comprendo bien, lo que encontrábamos al despertar inquietos esa mañana no se correspondía con lo que habíamos escrito en la carta, pero siempre había alguna sorpresa que superaba aquella inicial decepción, que pronto se olvidaba con el balón de reglamento, el camión Pegaso de Rico, los botines de tacos, o la camiseta del Sevilla FC, que no tenía por qué ser de la marca oficial, sino una cualquiera blanca que tuviera pegado el escudo.
Eran milagros aquellas mañanas en que madrugábamos, si es que dormíamos algo, para descubrir que los Reyes Magos, como cada año, habían pasado por casa y se habían portado bien con nosotros. Milagros de padres pobres que, ahora que veo sus miradas en el tiempo, tenían en sus ojos un brillo especial de alegría y se sentían más felices aún que nosotros. Porque ellos sí que habían visto el milagro, porque quizá unas semanas antes habían estado haciendo encaje de bolillos para cuadrar pesetas y quitar de lo necesario algunos duros del pan, de la ropa o de cualquier otra necesidad casera.
Hoy, al cabo de los años, no se si darle las gracias a mis padres por el esfuerzo que hacían, o dárselas a los Reyes Magos por el milagro. Gracias a ellos, a mis padres y a los Reyes Magos, siempre encontré la felicidad la mañana del seis de enero.
Por eso creo en ellos, y en su milagro.

lunes, 4 de enero de 2010

Con el agua al cuello

Por mucha esperanza que se tenga, cuando se llega al límite y no se encuentra la solución al problema, la desolación sólo la conoce quien la sufre. Confiamos porque otras veces hemos resuelto el asunto, nos dejamos llevar porque al final llegará una solución, aunque sea de urgencia. Pero otras veces, la cruda realidad arrasa con toda esperanza y todo se vuelve negro. La ansiedad no nos deja razonar, y el pesimismo gana la batalla.
Cuando se nada en la parte honda y no podemos poner pie, aunque sepamos nadar, hay veces en que nos faltan las fuerzas y nos hundimos. Incluso, siendo nadador experto, y en zona aparentemente sin peligro, puede llegar alguien o algo que nos haga desfallecer.
Los problemas son problemas porque tienen un tiempo determinado para que les busquemos la solución. Existe una cuenta atrás que nos va mortificando conforme se acerca el final de ese tiempo. Mientras más cerca está el límite y no encontramos solución, el problema se va haciendo una bola, cada vez mayor y más pesada.
Hay veces en que hemos hecho todo lo posible, y lo imposible, para encontrar la solución, y sabemos que existe esa solución, y la tenemos al alcance de la mano. Y la vemos clara y sencilla de resolver. Pero no depende directamente de nosotros. Hay alguien que tiene que hacer simplemente una llamada, o dar una orden, o firmar un documento, y no lo hace. Es entonces cuando nos nace la impotencia. No hay nada peor que saber que algo tiene solución y no podemos hacer nada, porque esa solución depende de otro. Y ver cómo el agua llega al cuello.

domingo, 3 de enero de 2010

Propósitos

Hay quien empieza el nuevo año con un propósito nuevo, como si la barrera que separa el 31 de diciembre del uno de enero fuera a cambiarnos la vida, o al menos algo de ella. Año nuevo, vida nueva, dice el refrán... que no es más que eso, un refrán.
La vida nueva, en cuanto a ese propósito que queremos, sólo depende de nosotros mismos, de nuestra voluntad, de nuestra fuerza. Si hay muchas cosas que no dependen de nosotros, desgraciadamente, esos propósitos que nos hacemos al comenzar el nuevo periodo de tiempo, la nueva etapa, sí son totalmente posibles si queremos llevarlos a cabo de verdad.
No hace falta que sea año nuevo, si cualquier día puede ser bueno (siempre será el mejor día) para dejar de fumar, de beber, o de consumir esa sustancia que nos está haciendo tanto daño.
Cualquier día puede ser bueno para comenzar a hacer ejercicio, siempre que realmente lo queramos hacer de verdad y con una continuidad. De nada sirve que el uno de enero empecemos a practicar deporte, si al primer día que hace frío tenemos la excusa perfecta para cesar en el propósito. Y ya.... ¿cuándo otra vez? Cuando llegue el año nuevo.
Cualquier propósito de cambio a mejor, en nuestra vida, en nuestra conducta, en nuestra forma de ser, cualquier idea que sea buena, hay que llevarla a cabo ya, sea hoy el día que sea, si de verdad queremos cambiar.
Quien se haya dado cuenta, con buen criterio y autocrítica, que algo no va bien en su vida, que cambie ya, y no lo deje para mañana, ni para el uno de enero.

sábado, 2 de enero de 2010

Distancias

No es la primera vez que se aleja de la tribu. Los suyos estamos ya acostumbrados a sus ausencias, y son muchas las veces que ha tenido que alejarse porque su pan está en cualquier lugar.
Han sido largas temporadas, duras pruebas, períodos complicados de esfuerzo y sacrificio, dejando en la tierra a familia y amigos. Todos echando de menos su calor y su agradable compaña, pero sobre todo una mujer y una hija que ahora tendrán que esperarle cuasi un centenar de frías noches.
A veces unos cursos, otras unas maniobras, otras un desfile... el petate siempre preparado al capricho de la profesión que eligió, y el adiós siempre en la boca de cada despedida, intentando no alargarla más de la cuenta, para que la herida no sangre.
Esta vez no son sólo días que se cuenten con los dedos de una mano, o quizá de las dos.... esta vez el tiempo es más tiempo, porque en tres meses la niña pegará un estirón sin que su padre la vea, y la distancia es más distancia, porque cuando los kilómetros se cuentan por miles, el frío es más frío y el dolor más dolor.
Y no sólo el tiempo es más tiempo y la distancia más distancia, sino que el lugar al que marcha no es ni el curso, ni la maniobra, ni el desfile.... ahora los cargadores estarán cargados y la munición no es de fogueo.... y el simulacro no es simulacro, sino verdad. Una guerra de verdad, aunque vaya en misión de paz.
Ven soldado, vuelve ya, que la distancia y el tiempo dejan vacíos en el corazón.
Todavía no te has ido, y ya te echamos de menos.
Vuelve ya, que te queremos en la tribu.

viernes, 1 de enero de 2010

Año nuevo

Suenan los cohetes y estallan los fuegos artificiales. Explosionan los petardos y toda la gama de elementos pirotécnicos donde la pólvora, el sonido, la luz y el color se conjugan para formar ese abanico cuasi perfecto de la fiesta. Fiesta impuesta que hasta al que no tiene ganas de celebrarla se le mete dentro como por obligación por ser el día que es.
Celebrar la llegada del año nuevo tras una cena que no se parece en nada a la de los 364 días precedentes, donde posiblemente se comparte mesa con alguien que no quieres o no te quiere, y a quien hasta hay que besar y felicitar, y brindar conjuntamente por la felicidad que no nos desea, sólo en la hipócrita copa de champán que se choca en el más absurdo de los brindis. Y todo, porque hay que guardar las apariencias. Y comer en pocos segundos, al ritmo que marca la televisión de turno pintada de gala, las doce uvas, el único día del año que las probamos.
La otra cara de la moneda, la peor, la más triste, cuando en la cena falta alguien que siempre compartió noche con nosotros. La cena de la melancolía por la ausencia del ser querido, al que recordamos que no le gustaba la uva, y que brindaba con coñac en vez de con champán. Si la ausencia duele en la anécdota, más duele el vacío en el corazón, cuando se hace el silencio después de que alguien, quizá de modo inoportuno, recordara en voz alta al ser querido.
Quizá sea la tradición, la sociedad, la moda, la televisión, el entorno, el contagio.... pero tarde o temprano todos terminamos cayendo en brindar de la única manera, como todo el mundo porque así tiene que ser, por la llegada del año nuevo, desconociendo lo que éste nos va a deparar.
Porque no sabemos si será un año inolvidablemente bueno o un año cabrón. No sabemos si será el año más hermoso de nuestra vida, o si dentro de 365 días estaremos lamentándonos por el amor que se nos fue, por el trabajo que perdimos o, lo peor, por el ser querido que desapareció para siempre. O peor todavía, no sabemos si este año será nuestro último año en esta vida. Y a pesar de todo, sin saber lo que nos espera, tenemos que brindar por el año nuevo.
Yo prefiero brindar por el año que se fue, que a pesar de que fue toro manso, peligroso y puñetero, con malas ideas, al menos me permite seguir en la plaza y esperar al nuevo toro, a ver si este al menos se deja hacer una buena faena. Estaremos preparados, a ver si hay suerte, y al final de año ya hablaremos.
De todos modos, para no parecer impertinente (en esta sociedad parece que siempre hay que parecer), os deseo un feliz año nuevo.