jueves, 24 de diciembre de 2009

NOCHEBUENA, NOCHE TRISTE

Ya no somos lo que fuimos / ahora somos lo que somos / y falta lo que perdimos...
Cuánto perdimos desde aquellas navidades de niño. O desde aquellas nochebuenas de juventud... entre los amigos de adolescencia. Algo quedará, ya lo se, pero quizá sólo sean recuerdos y añoranzas.
Cuando los años pesan, más que pasan, y en el camino se nos va quedando parte de lo que fuimos, cuando llega la noche del 24 de diciembre, la Nochebuena no es buena, sino noche triste.
Cuando en la mesa de la cena hay sillas vacías, sitios que ya nunca volverán a ocuparse, la noche no puede ser buena, sino llorosa.
Cuando el silencio puede más que la voz del villancico, y el trago del brindis sabe amargo porque alguien a quien quisimos ya no brinda con nosotros, la noche no es buena, sino oscura.
Cuando la pandereta suena a recuerdo, y la zambomba no quiere compás, cuando la guitarra desafina, y el alma no quiere cantar... la noche no puede ser buena, sino amarga.
Ya no vendrá, nunca más, aquella candela en el patio, con la pandereta hecha de alambres y platillos de tapones de botellín agujereados.... ni aquellas coplas que se escuchaban por la calle cuando grupos de campanilleros le cantaban al casamiento de la Virgen María con el Patriarca Señor San José....
Ya no quiero el aguinaldo, ya no lo quiero. Ni que vengan los Reyes Magos. Ya la Navidad no puede ser la misma, porque ya no es lo mismo, porque las ausencias duelen y queman en el alma más que la candela.
Sólo me queda, de lo que fuimos, una cuna de madera en el sitio del corazón, donde nace Dios, y con él vuelven a nacer sentimientos profundos. Ahí, en ese rincón del corazón, sí es Nochebuena, porque no hay ausencias.
Que pase ya, lo más rápida posible, esta noche. Que no es noche buena, sino noche triste.

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