jueves, 21 de enero de 2010

Hombres parásitos

No le temo a los animales. Le temo al hombre. Sobre todo al que intenta chuparte la sangre. De sanguijuelas, pulgas, garrapatas y semejantes estará lleno el reino animal. Pero, para parásitos, el hombre y su reino humano, ciertamente poco humano.
El peor parásito es el hombre, el que se busca un sillón a base de medrar y agradar, y se queda sentado siempre a costa de lo que sea y de quien sea. Eso en la política, llenita llenita de parásitos y demás especies.
Llegan con sonrisas maliciosas y buenas palabras, palabras vacías en el fondo pero atractivas en la forma, y se ganan la confianza y el sillón de poder, se supone que para un tiempo determinado, hasta que te das cuenta que el tiempo no pasa por ellos y la posición (más que el poder) la tienen tomada y agarrada para que nadie se la arrebate. Y ya, para siempre, vivirán de los demás. Van de carguillo en carguillo, de sillón en sillón, pero siempre con la posición tomada. No habrá quien se atreva a llevarles la contraria, porque siempre tendrán una mirada con dobles intenciones de amenza de contar aquello que quizá pueda comprometer a alguien, o dañar o arruinar. Siempre habrá algo que no conviene que se sepa, y alguna insinuación cuando vean su posición amenazada. O algún favor pendiente de pago.
Han perdido honradez (si alguna vez la tuvieron), credibilidad (si alguna vez la tuvieron), respeto (si alguna vez lo tuvieron), y lo único que les importa es conservar la posición, igual a poder, igual a dinero. Porque sólo es eso: dinero. Dinero fácil. Pagas, comisiones, dietas.... por hacer poquito, o nada.
Porque su trabajo consiste, simplemente, en agradar al poderoso de turno, al que una palmadita en la espalda y unas palabritas de alabanza le recargarán las pilas del ego.
Así se consigue estar bien mirado por el que manda, a base de bajada de pantalones y sumisión. Así se mantiene el parásito cerca del poder, cerca del dinero, manteniendo la posición.

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