lunes, 28 de noviembre de 2011

Amargas "bodas de plata"

Es inútil celebrar aniversarios imposibles. Nadie celebra el aniversario de un amor cuando no se es correspondido.... o sí. Me da igual. Más que celebrar, quiero recordar. Recordar una historia de amor, mi historia de amor más apasionante.
Me la presentó mi padre, siendo yo un niño. Era obligado sentirla y amarla cada día de aquella mi niñez, me enganchaba cada mañana de ordeño en el tinajón de la infancia, en aquel corral lleno de vida. Entonces, sólo eran voces que se colaban en mi corazón. Voces apasionantes, sin rostro. Era como una fantasía que hacía que mi alma sintiera el hormigueo del amor.
Y fue un día como éstos, cuando noviembre empieza a oler a chimenea y la luz se debilita al lubricán, cuando el sol se enfría y se marcha como huyendo de la tarde. Fue un día como hoy, cuando en la timidez de mis dieciséis años, y siempre de la mano de mi primo José Alberto, nos acercamos a conocerla.
Jamás olvidaré el momento en que llamamos a su puerta y la vi en persona, por primera vez. Confundido entre emoción y nervios, una sensación extraña recorrió todo mi cuerpo. Nos la presentó Teodoro Garrido, y se llamaba Guadiamar. Desde entonces aquel nombre quedó para siempre unido a mi vida.
Luego, Lola Sánchez me enseñó a conocerla por dentro, a sentirla, a vivirla con pasión. Y ya quedé locamente enamorado de ella. Desde aquel noviembre no puedo dejar de quererla, de pensar en ella, de amarla a pesar de todas las cosas.
Con mi primo, José Alberto Ceballos, aprendí tantos y tantos secretos de este amor platónico.... secretos compartidos con Germán Fonteseca, Julio Parra, José Antonio Esquinas, Charo Sanpedro, Juan de Dios, Luis Pascual....
Luego la conocí con otros nombres, y la quise siempre, se llamara como se llamara, Nueva Castilleja o Amancer, o cuando la pude tener en mis brazos y sellar a besos nuestro amor... hasta que la traición y la mentira me dejaron sin mi Onda Valencina...
A pesar del dolor, nunca te dejé de querer. A pesar del tiempo, te echo de menos. Hace veinticinco años que me enamoré de ti, y cada día te busco y te añoro, te necesito, porque aprendí a amar queriéndote.
Aquí sigo esperando un beso tuyo, aunque sea un guiño. Aunque sólo sea una palabra, una mirada tuya. Me muero por volver contigo, por volver a ti.
Hoy cumplo contigo las “bodas de plata”, amargas porque no te tengo.
Pero te quiero, mi amor. Mi radio del alma.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Nana imposible

Tenía preparada mi guitarra. Y mi alma empezaba a sentir sensaciones nunca vividas, a pensar en momentos de disfrute que estaban por venir. No tenía aún letra la nana, ni melodía. Sólo era un deseo inmenso, una inquietud, una ilusión infinita por algo grande que la vida nos quería regalar. Sueños que estaban a punto de hacerse realidad. El brillo de nuestros ojos reflejaba felicidad, a pesar de los tiempos difíciles... ¿Y cómo sería? ¿De qué color los ojos? ¿Y el pelo? ¿A quién se parecería? Habría que ir preparando la ropita, y el sitio más acogedor de la casa para poner una cuna... ¿Los patines rosas o celestes...? ¿Y qué nombre le pondríamos...? No tenía aún letra la nana, ni melodía, pero empezaba ya la música del corazón a vibrar con los latidos del amor más inmenso. Y hacíamos cuentas, y las cuentas salían multiplicadas por nueve lunas, para romper las aguas de la primavera tardía por el almanaque del mayo rociero, domingo de Pentecostés. ¿Y cómo serían las noches velando tus sueños? ¿cómo tendrías la sonrisa? ¿cuál sería tu primera palabra? Soñaba con tus primeros pasos, con tus travesuras, con tu inocencia, con tus inquietudes.... Soñaba con tenerte en mis brazos, con mecerte en la cuna.... soñaba con pasearte por el parque y subirte al columpio de mis anhelos.... Y soñaba con que te quedaras dormido cantándote una nana.... una nana de amor. No tenía aún letra la nana, ni tampoco melodía.
Soñaba con oír tu primer llanto, que me sonaría a música celestial.... soñaba verte por primera vez, sentirte caliente en mis brazos cuando vieras la luz... oírte llorar al venir a la vida y llorar contigo de felicidad... pero no tuviste fuerzas para cantar tu presencia, porque antes de la tercera luna Dios quiso que tu corazón dejara de latir.
No tenía aún letra la nana, ni tampoco melodía. Porque era una nana imposible. Por eso seguiré soñando contigo en mi dolor, y me resignaré a recordar para siempre el tiempo breve de ilusión en que me sentí padre.