jueves, 11 de marzo de 2010

Mi calle vieja

Sigue siendo la misma, porque sigo viviendo en la misma casa, y porque aunque me fuera lejos, mi casa y mi calle seguirían siempre en el sitio más importante de mi corazón. Mi calle es la calle del corazón. Pero, aunque el paisaje sigue siendo cuasi el mismo que antaño, los personajes se van perdiendo y la calle se va quedando vacía.
Todavía, cuando paseo de arriba a abajo mi calle, la veo larga con apenas un par de coches aparcados en la acera, o a veces ninguno, con algunos "yerbajos" entresaliendo por entre los adoquines, para formar el "césped imaginario" de nuestro estadio infantil para jugar los mundiales de fútbol de nuestra infancia. Aquellos infinitos partidos que sólo se podrían interrumpir si un balon, pelota de plástico, se "embarcaba" en la tapia de "Matildita", o se colaba en la puerta de Manolita.
Si mis pasos me llevan a la parte alta, a mis cinco añitos le impactarán las peleas de gallo en casa de Salinas, y veré aparcado el seiscientos de Antonio, que vendrá seguramente con su figura erguida de echar alguna partida en el Casino. "Isabel la Polonia" formará siempre el revuelo de gracia de la calle, antes de echarse a andar cada martes y viernes a visitar al Señor de Torrijos.
Enfrente, el corral de mi corazón, donde mi padre, con su gorrilla, andará ordeñando las vacas, mientras Juana y Manuel, los abuelos de todos los niños de la calle (esos que nunca pudieron tener), se acercarán a por una "medía" de leche... o a por una gallina que se ha saltado la tapia.
Más abajo, Anita, Ana y Aniceta tomarán el fresco de la noche de verano con un abanico y un búcaro que alivie el calor, entre la tertulia de la calle y las carreras de los niños que estarán jugando otra vez a la "dichosa pelotita", los "joíos porculo".
Francisco, que habrá llegado cansado de trabajar en Sevilla, charlará con Joselito, de alguna conversación sobre toros o fútbol, mientras en la parte baja de la calle siempre quedará el recuerdo de las ocurrencias de Antoñita y la eterna sonrisa de la "Niña Liberata".
Ayer fue Amparo (Amparito) la que se despidió, casi en silencio, con la discrección de siempre, y cuando les dí mi abrazo de pesar a mis amigos José Luis y Elías, se me vino al recuerdo la trágica pérdida de Bartolo. Y de cuando íbamos al viejo Mercado de Abastos para que nos pesara en aquella gran báscula... o cuando nos llevaba al instituto en el cientoventisiete...
Cada vez que a mi calle se le muere alguien, se muere un trozo grande de mi corazón. Ya se que es ley de vida, pero la calle mía, mi calle del alma, se va quedando vacía. Y me duele el corazón.

1 comentario:

francis dijo...

yo también tengo otra calle, que es la mia, Francisco José enhorabuena por este comentario acerca de tu calle, eres grande, un saludo.